El mundo laboral está en constante movimiento. Lo que ayer era una profesión de futuro, hoy ya es una realidad. En medio de este escenario tan cambiante, una formación técnica y profesional de calidad y orientada a potenciar las competencias técnicas y transversales (FP) puede ser una pieza clave, un puente para poder desarrollar una experiencia profesional satisfactoria tanto para la empresa como para los jóvenes. 

En la década de los 90 y 2000, la formación técnica era, a menudo, una opción secundaria, no era una elección vocacional; pero a día de hoy ofrece una formación de calidad que responde directamente a las necesidades del mercado. Sectores como la tecnología, la salud o las energías renovables, la economía circular, la gestión del reciclaje… entre otras materias; crecen a mucha velocidad y necesitan talento con conocimientos prácticos.  

Conectando el talento con las oportunidades 

¿Qué tienen en común un programador de software, un técnico de instalación de placas solares y un auxiliar de enfermería? Todos ocupan puestos que hace unos años apenas existían o tenían una demanda a escala macroeconòmica mucho menor. Ahora son profesiones altamente demandas a las que se puede acceder a través de una formación técnica sólida y enfocada. 

Esta conexión no es casualidad. La FP ha sabido adaptarse, creando itinerarios formativos que responden directamente a las vacantes de los nuevos sectores. Veamos algunos ejemplos sobre cómo se ha hecho realidad. 

El sector tecnológico es un gigante que no para de crecer. Desde el desarrollo de aplicaciones hasta la ciberseguridad. El desarrollo de las nubes para el almacenamiento de información o el análisis de datos, las empresas buscan perfiles muy variados. Así que ciclos formativos como el Grado Superior en Desarrollo de Aplicaciones Multiplataforma (DAM) o Administración de Sistemas Informáticos en Red (ASIR) preparan a los jóvenes con habilidades demandadas. Aprenden lenguajes de programación, a gestionar bases de datos y a proteger sistemas informáticos. 

De modo que el resultado son jóvenes que terminan su formación y deberían poder acceder a puestos de empleo de calidad. Y las empresas, por su parte, consiguen el talento que necesitan para seguir innovando y creciendo. 

También el ámbito de la salud y el bienestar de las personas se ha visto implicada la cultura de los cuidados. La sociedad cada vez es más consciente de la importancia de la salud, tanto física como mental. El envejecimiento de la población, la fragilidad de las personas mayores, así como la atención personalizada ante los nuevos retos sanitarios, han disparado la necesidad de profesionales con altas habilidades socioemocionales en el ámbito de los cuidados. 

El sector de los cuidados y la dependencia demanda cada vez más a técnicos en cuidados auxiliares de enfermería, auxiliares de farmacia o especialistas en emergencias sanitarias que nunca. Formaciones como el Grado Medio en Cuidados Auxiliares de Enfermería (TCAE) ofrecen una combinación de teoría y, sobre todo, muchas horas de prácticas. Esto permite a los estudiantes no solo adquirir conocimientos, sino también desarrollar la empatía y las habilidades prácticas imprescindibles para cuidar de otras personas. 

De este modo, el sistema sanitario refuerza su sistema de profesionales y las personas jóvenes encuentran una profesión con una alta empleabilidad.  

La transición ecológica hacia las energías renovables lleva unos años siendo una realidad. Y para llevarla a cabo, hacen falta manos expertas que sepan gestionar las nuevas fuentes de energía. Por ejemplo, la demanda de instaladores de placas solares, especialistas en energía eólica o en eficiencia energética se ha multiplicado siendo una de las formaciones más demandadas y con una mayor inserción laboral de calidad. 

Por esta razón, en los últimos años, han surgido nuevos ciclos formativos centrados específicamente en las energías renovables. Estos programas enseñan a los y las jóvenes todo lo necesario sobre tecnologías limpias, desde la instalación hasta el mantenimiento.  

Más allá del empleo: una oportunidad de crecimiento vital 

La conexión entre la formación técnica y el mercado laboral va mucho más allá de simplemente cubrir una vacante. Para muchas personas jóvenes, es una palanca de cambio personal y profesional que incide en su trayectoria vital. 

Aprender una profesión de forma práctica y ver que eres capaz de desempeñar un trabajo genera una enorme autoconfianza y autonomía

Un esfuerzo compartido 

Que esta conexión funcione tan bien, es el resultado del trabajo conjunto de muchos actores: 

  • Centros educativos que actualizan sus planes de estudio y escuchan lo que necesita el mercado. 
  • Empresas que abren sus puertas para acoger a estudiantes en prácticas, entendiendo que son una inversión en talento futuro. 
  • Educadores y educadoras que acompañan a los y las jóvenes, no solo enseñando una materia, sino también transmitiéndoles confianza. 
  • Entidades sociales que crean puentes y ofrecen apoyo para que ninguna persona joven se quede atrás. 

En definitiva, la formación técnica se ha revelado como una herramienta muy potente para generar oportunidades y responder a los retos de un mundo en constante evolución.