La educación se presenta a menudo como una carrera de fondo donde el esfuerzo individual lo es todo. Sin embargo, la realidad es más compleja. La línea de salida no es la misma para todo el mundo. Mucho antes de pisar un aula o de pensar en la universidad, las oportunidades ya han empezado a repartirse de forma desigual. El entorno familiar y, en concreto, el nivel educativo de los padres, dibuja un mapa de posibilidades que puede marcar el recorrido profesional y vital de por vida. 

Un reciente informe de la OCDE pone cifras a esta realidad: el punto de partida familiar es un factor decisivo en el futuro académico y vital de los y las jóvenes. No se trata de la falta de talento o de ganas, ni tampoco de capacidades o conocimientos, sino de un sistema donde tanto las barreras como la ausencia de referentes tienen un peso enorme. Afrontar esta desigualdad no es solo una cuestión de justicia social, que lo es, sino también es  una apuesta firme para invertir en el potencial de nuestra sociedad. 

El eco de la educación familiar en el futuro 

Las oportunidades educativas de una persona joven están fuertemente ligadas a las que tuvieron sus padres. Según el informe de la OCDE, esta conexión crea una brecha significativa que se manifiesta desde muy temprano. 

Las cifras para España son un reflejo de esta situación: 

  • Tres de cada cuatro hijos e hijas de padres con estudios universitarios logran acceder a la universidad o a un ciclo de Formación Profesional (FP) de grado superior. 
  • Por el contrario, esta cifra se desploma a menos del 30% cuando los padres no completaron la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). 

Esta estadística revela una transmisión intergeneracional de la desigualdad. No es un veredicto sobre la capacidad individual, sino la consecuencia de un entorno con menos recursos, referentes y herramientas para navegar un sistema educativo que a menudo puede ser complejo y desalentador.  

Más allá de las aulas: el impacto en la salud, el empleo y el bienestar 

El nivel educativo alcanzado no solo determina las opciones profesionales, sino que tiene un impacto directo en prácticamente todas las áreas de la vida. La brecha que comienza en la educación se expande y afecta a los ingresos, la salud y la satisfacción personal.  

  1. La diferencia salarial

El nivel de estudios es uno de los factores que más influye en el potencial de ingresos. En España, una mayor formación se traduce directamente en un mayor poder adquisitivo. 

  • Una persona con estudios superiores (universidad o FP de grado superior) gana, de media, un 49% más que alguien con estudios medios. 
  • La diferencia es aún más abrumadora si la comparamos con quienes solo tienen la ESO: la ventaja salarial asciende al 76%. 

Este dato demuestra que la educación es una de las palancas más potentes para la movilidad social, permitiendo romper ciclos de precariedad económica. 

  1. Bienestar y salud

La conexión entre educación y salud es sorprendentemente fuerte. Un mayor nivel educativo suele ir de la mano de un mayor conocimiento sobre hábitos saludables, mejores condiciones laborales y un acceso más eficaz a los servicios sanitarios. 

  • El 51% de las personas con estudios superiores afirma gozar de muy buena salud. 
  • Esta percepción positiva baja hasta el 29% entre quienes no finalizaron la ESO. 

La formación proporciona herramientas para tomar mejores decisiones sobre el propio bienestar, generando un impacto duradero en la calidad de vida. 

  1. Acceso al empleo

En un mercado laboral competitivo, las tasas de empleo varían drásticamente según el nivel formativo, siendo la educación el mejor seguro contra el desempleo. 

  • La tasa de empleo para quienes tienen estudios superiores es del 84%. 
  • En cambio, para aquellos que solo acabaron la ESO, la tasa de empleo se reduce al 62%. 

Tener una formación superior no solo aumenta las probabilidades de encontrar trabajo, sino que también abre la puerta a empleos de mayor calidad, con más estabilidad y mejores condiciones. 

La formación una palanca para igualar la línea de salida 

El talento está repartido por todas partes, pero las oportunidades no. Por ello, para construir un futuro más justo es necesario intervenir directamente en aquellos contextos vulnerabilizados donde las barreras son más estructurales e impactan negativamente en las oportunidades de los y las jóvenes. No podemos cambiar el punto de partida de cada joven, pero sí podemos ofrecer el apoyo necesario para que lleguen a la meta que se propongan.  

El objetivo es claro: que la educación no sea un privilegio heredado, sino una oportunidad real y accesible para todas. Este acompañamiento debe partir de un enfoque integral entre administraciones, entidades sociales… basado en un trato cercano y personalizado.  

Referencias: