Acompañar a las personas jóvenes desde la pregunta y la escucha activa

Sara Ortega, Project Manager Acompañamiento y Caterina Ponte, técnica de mentoría del programa Zing.

Hablar de juventud es explorar un territorio de infinitas posibilidades, desafíos y oportunidades de creación. Sin embargo, muchas veces la sociedad y, particularmente, los programas dirigidos a jóvenes, tienden a mirarlos desde una perspectiva adultocéntrica. Este enfoque está basado en estándares de vida heredados de generaciones pasadas, que proyectan trayectorias lineales como las de obtener una educación formal, un empleo estable y alcanzar hitos de manera predecible. ¿El problema? El mundo actual no funciona así. La velocidad de los cambios, la precariedad laboral y la incertidumbre que caracteriza nuestra época exigen nuevas maneras de acompañar a las personas jóvenes.

En lugar de ver estos caminos como simples trayectorias hacia un determinado destino (como la inserción laboral), es clave reconocer que estos son procesos dinámicos y únicos. A lo largo de ellos, las personas jóvenes no solo desarrollan habilidades técnicas, sino que también reconfiguran su identidad, cuestionan roles sociales y redescubren su lugar en el mundo. Este enfoque requiere una mirada que celebre la diversidad de experiencias y coloque a cada joven como protagonista en la construcción de su futuro.

Reescribir relatos, romper moldes

Las juventudes de hoy enfrentan una doble tarea. Por un lado, pueden estar sometidas a presiones externas para cumplir con expectativas que no necesariamente reflejan sus valores. Por otro, tienen el desafío de imaginar y construir nuevas narrativas sobre quiénes son y cómo desean avanzar en sus proyectos de vida. Estas nuevas historias exigen adaptabilidad, apertura y una visión crítica capaz de desafiar modelos que ya no corresponden con la realidad que vivimos.

En este contexto, el acompañamiento humano y significativo resulta fundamental. Esto no se trata solo de ofrecer herramientas, sino de promover un espacio en el que las jóvenes se sientan legitimadas para decidir, equivocarse, aprender y crear. Este tipo de acompañamiento no tiene como meta dirigirlas hacia un objetivo invariable, sino caminar junto a ellas como aliadas. Así, la práctica se convierte en un intercambio de aprendizajes en el que ambas partes crecen.

La escucha activa y el poder de la pregunta

Un elemento clave en esta práctica transformadora recae en la capacidad de formular preguntas que inviten a la reflexión, así como en la habilidad de escuchar de manera empática y activa. Se trata de dar espacio a la autonomía y al pensamiento crítico. A continuación, compartimos sugerencias para entrenar estas competencias:

¿Cómo formular mejores preguntas?

  1. Conocer primero

Cada buena pregunta surge de la empatía y la comprensión genuina. Antes de preguntar “¿Qué te motiva?”, asegúrate de haber explorado los intereses y preocupaciones de la joven.

  1. Hacer preguntas abiertas

Preguntas como “¿Qué sueñas para tu futuro?” permiten a las jóvenes conectar con sus deseos más profundos y reconocerse como protagonistas activas de sus propias vidas.

  1. Evitar enfoques directivos o juiciosos

Opta por preguntas colaborativas como “¿Qué podemos hacer para trabajar juntos hacia este objetivo ahora?” en lugar de juicios como “¿Por qué no aprovechaste esa oportunidad?”.

  1. Adaptar el lenguaje

Habla en términos que se alineen con la forma en que la joven entiende el mundo, manteniendo un tono cercano y respetuoso.

Prácticas para ejercitar la escucha activa

  1. Escuchar con empatía

Intenta comprender las emociones y perspectivas de la otra persona; por ejemplo, “Entiendo que esta situación te ha frustrado. ¿Quieres compartir un poco más sobre lo que sientes?”.

  1. Escuchar sin emitir juicios

Un enfoque libre de críticas fomenta la confianza. Cambia respuestas críticas por frases como “¿Cómo crees que podríamos enfrentar esto juntas?”.

  1. Usar el silencio

Dar tiempo para la reflexión es poderoso. Haz una pregunta y espera sin interrumpir, dejando que la joven procese y llegue a sus propias conclusiones.

  1. Reforzar de manera positiva

Frases como “Lo que estás diciendo es realmente importante” o gestos de asentimiento demuestran interés y validan sus aportes.

  1. Adoptar una actitud exploradora

Para evitar malentendidos, reformula lo que te cuentan: “Entonces, lo que entiendo es que…” Esto no solo ayuda a aclarar detalles, sino que refuerza el compromiso en el diálogo.

Un nuevo enfoque

Acompañar a las personas jóvenes implica mucho más que guiarlas hacia un objetivo definido; significa reimaginar juntos nuevas formas de construir el presente. Este tipo de acompañamiento basado en la curiosidad activa y el diálogo reconoce a las juventudes no como un futuro distante, sino como un presente lleno de acción e impacto. Se trata de una práctica profundamente transformadora, tanto a nivel personal como colectivo.

Al abrir puertas a conversaciones honestas, humanas e inclusivas, ayudamos a las jóvenes a entender que no existen respuestas únicas ni caminos lineales. Ellas tienen el derecho y la capacidad de diseñar, deshacer y rehacer su trayecto vital.